Cristina Kirchner-David Viñas, RECUERDO.

sábado, 20 de octubre de 2012



Cristina Fernández de Kirchner, por ese entonces diputada opositora. Lejos de levantarse e irse, cuando Viñas descalifica, en su estilo “fuerte”, el “optimismo panglosiano” con que ella estaría viendo la política, Cristina contesta, amable y casi didáctica: “tengo la obligación de ser optimista, soy una militante política, y quiero cambiar las cosas”. “¿Y usted piensa que yo no?”, atina a balbucear Viñas, apurado, como si le hubieran puesto un dedo en la llaga. No cualquier llaga: “incoherencia” parece ser la mancha que ve cernirse sobre él, inmerecida seguramente, pero fatalmente convocada por fidelidad a una imagen social: “como intelectual –puntualiza Viñas–, tengo la obligación de ser pesimista y ser crítico”.




No viene al caso ahora preguntarse si para ser crítico hay que ser pesimista, porque ni “pesimismo” ni “optimismo”, tal como en esa escena aparecen, son mucho más que deslices de la lengua, traídos por el arrastre, más que buscados o pensados, de la pasión retórica. Es que, en tiempos políticamente tan opacos como los de Fernando De la Rúa, CFK se había animado a pronosticar que “cuando el pueblo decida, va a obligar a aparecer a otros dirigentes políticos”, contra la entonces creciente convicción (que estallaría a fines de 2001), según la cual de los políticos ya no podía esperarse más que medrar con la política. Impresiona mucho constatar, más de una década después, hasta qué punto se hicieron realidad las en aquel contexto utópicas afirmaciones de la actual Presidenta acerca de la aparición de nuevos políticos, el lugar de la decisión popular y el llamado a “que la gente participe y construya sus propios instrumentos”, pero el hecho es que no faltaban motivos, viendo el estado de las cosas, para hablar de un “optimismo panglosiano”, y, crítico consecuente al fin, Viñas tenía que decirlo.

Lo que sigue es un toma y daca retórico: Cristina no puede no agarrar la pelota llamada “optimismo” y la devuelve para sostener lo que de verdad le importa: es como militante política –una expresión inusitada en aquellos años– que está hablando, y en el retruque discursivo Viñas no puede más que declararse “pesimista”, de rebote, para reafirmar su rol. Es un intelectual, y, como tal, su obligación es cuestionar, pero queda entrampado al no poder articular la idea de “pesimismo” con la de “cambiar las cosas”, al menos hasta donde llega lo que se ve en Youtube.

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